Wednesday, September 08, 2010





MOISÉS


La tarde invadida de plácidos soles, recogió en su otoñal condición el llanto inaugural.
Casi a orillas del río, entre un grupo de zarzos, nació el niño.
Su madre era de una palidez increíble y de cabellos casi blancos, como la paja del trigo excesivamente maduro.
La mujer lo sumergió en la corriente y lo enjuagó, de inmediato, lo envolvió en una manta y lo trajo hasta el regazo dispuesta a amantarlo. El niño interrumpió su llanto en el reconocimiento.

Canú, asustado, llegó desde la fronda y se arrodilló ante la pálida mujer en señal de respeto y gratitud. Después, lloró algunos instantes y volvió a la nave que partió velozmente.

El niño sin nombre, crecía con la misma plenitud de la naturaleza que lo rodeaba.
Había aprendido a dar sus primeros pasos demostrando una extremada atracción por el río. Debido a su obsesión por el agua, su madre le había bautizado Moisés.
Así, a medida que crecía, pasaba largos momentos contemplando el remanso que se formaba en el recodo del río. Le fascinaba la orilla opuesta donde, por las tardes, la arena brillaba bajo el sol.
Desde la otra margen, cuando su madre no estaba alerta, sobre la rubia arena, otro ser, exactamente igual a Moisés, también se extasiaba en la mutua contemplación. Tenía el mismo color que los ojos que Moisés y el cabello tan rubio como la paja del trigo excesivamente maduro.
Fue así que, llegada la cuarta luna del año solar, Moisés, decidió cruzar hasta la otra orilla. Bajó por la pequeña barranca pedregosa, apoyó sus pies sobre la superficie del agua y, sin ninguna sorpresa ni temor, sin hundirse, caminó sobre la superficie hasta la otra orilla donde la hermosa criatura que había contemplado desde tanto tiempo lo esperaba ansiosamente. Descubrió en aquel momento, la diferencia de sus formas.
Largo rato se miraron a los ojos al tiempo que establecieron el contacto. Después, durante varios soles, Moisés cruzó hasta la otra costa del río, siempre sin hundirse.

Canú, llegó un atardecer y le recriminó. Esa fue la última vez que supo de él. Luego, recordaría por largo tiempo la estela azul que atravesó la cima del bosque.

Una tarde, hallándose el joven de regreso caminando sobre la faja del río, justo en el medio del cauce, comprendió que ya no podría resistirse a la tentación de volver al otro día, y al otro, y al otro...

Entonces, fue allí que Moisés se hundió velozmente, desapareciendo definitivamente de la superficie.
Quizás ahora, el trigo ya no volvería al rubio color del henil excesivamente maduro.


NORBERTO PANNONE




IMPÍOS

Señora de esta tarde,
a medida que la luz sucumbe
sobre la alameda,
un chispeo de soles
te hurga las pestañas
e inflama su rubor por tu cintura.
Soy el señor de la hora última;
el que guarda en su narciso
casta imagen de la hembra
acontecida siempre;
archivada en el racimo
y la simiente, o en el cristal
prosódico del vino:
prima copa del celo refulgente.
Somos dos,
tan sólo un par de impíos,
paganos moradores de la tarde
esperando la noche que acontece.
Indefectible sombra,
lujurioso aquelarre,
hasta el instante mismo en que amanece.


Norberto Pannone

RIGOBERTO



RIGOBERTO


A ese que va por esta calle
le llaman Rigoberto,
es hombre de piel trigueña y longa barba.
Va por la mañana, azada en mano y canta.
Saluda al sol recién abierto.
Tiene amor por la tierra a la que habla,
de perdidos temores y apetencias.
Derrama la semilla y la esperanza,
ese, que va por esta calle y canta.
El, no sabe de la ciencia exacta,
pero sabe de lunas y de soles;
de lluvias, sequías y labranzas.
Cuatro hijos tiene el Rigoberto,
y una esposa siempre blanca;
un caballo, un perro y una vaca.
Rigoberto es un rico labrador
que posee de amor colmada el alma
y mansiones de sueños entre sus palmas.

Norberto Pannone

EL CAMILO



EL CAMILO

La muerte andaba fingiendo
que al Camilo no veía.
Tarde o temprano sabía
que al indio, que andaba huyendo,
seguro lo alcanzaría.
Qué es esto de andarle errando?!
-Se cuestionaba la muerte-
No fuera que alguien pensara:
-¿Por qué al Camilo perdía?-
No era ella la más fuerte?
Buscó en su agenda la muerte
las hojas del calendario,
recorrió el abecedario
y halló anotado al Camilo
que apareció varias veces.
Sin ocultar su disgusto,
Vio que el pobre desgraciado,
tres veces se había escapado
de ser un frío difunto.
Pero, por qué causas torpes
el indio la había burlado?
La primera fue en agosto
del año que había pasado.
La segunda, una mañana
que se cayó del caballo.
La tercera, una estocada
que en una pelea brava
le abrió el pecho, bajo el brazo.

La muerte andaba fingiendo
que al camilo no veía.
Pero un domingo a la tarde,
Ahí nomás, del medio día,
la muerte artera y cobarde,
se le metió bajo el catre
cuando el Camilo dormía…

Norberto Pannone



Este es un humilde homenaje al indio Sudamericano, despojado y discriminado. Habitante del hambre y la miseria de “los huincas”, nunca “Toros”, como el mismo Camilo los bautizara.


EL CAMILO o “El Mapuche”

Feichí lan namutún kaú
Meu al Camilo mo pukitún
Rupanantú o liwen kim
Meu al mapuche meu namuntún leftripán
Munguén lo ñümen
Chem meu tufameu miaun kullilan
Meu dunú ti lan
Mu wekún meu kiñeché rakiduan
Chem meu al Camilo
Namúmn mu lila fei ti yod newén
Kintún meu ñi antú la lan
Ti tapul meu tripantu
Rumen fei dungún
Ka petún antú al Camilo
Meu wefn kaikemeu lelin
Nenón llumúnn ñi weshadeuam kulen
Pulkitún mu chi kuñifal illuf
Kulá lelín mulén witralen
Meu chemén kiñé watré layem
Welú chemen nichemen pofó
Feichí mapuche ti mulei ayetún
Ti kiñé amún meu purrá
Meu tripantu meu mulei epuhué
Ti epulelu kiñé liwén
Meu chem tream meu kawel
Ti kulá kiñé waikí
Chem meu kiñé kewan yafupiuké
Meu nulán fei rukú wau fei lipán
Ti lan namutún kau
Meu al Camilo mo pukitún
Welú kiñé reglé antú a ti rupanantú
Tufeimeu feimuten de raniantú
Ti lan fillnunén ka lliunkaché
Meu tukún wau feichí kawitú
Chumul feichí Camilo umagkulen

Norberto Pannone

Traducción a la lengua Mapuche por el Profesor Ángel Benito Torre de Comunidad Mapuche “Campo la Cruz” del Lonco Nahuel Payún